miércoles, 25 de junio de 2008

HERMANO TEODOSIO.

Artículo recibido de: Bruno Juan Álvarez Abreu
En el mes de abril del año 1956 los ex-alumnos de la Salle Villera, dedicaron al Hermano Teodosio antiguo profesor del colegio de San Isidro un merecido homenaje. Primeramente los ex-alumnos, con el homenajeado e invitados, asistieron a una misa en la iglesia de Santo Domingo y seguidamente en el salón de actos del Ayuntamiento le fue entregado un artístico pergamino, obra del artista Don Emilio Luís Pérez Delgado, con la firma de todos sus alumnos pronunciando una palabras en este acto, el entonces Alcalde de la Villa Don José Estévez Méndez, a las que contestó el Hermano Teodosio: Mis queridos y apreciados antiguos alumnos.
Bien sabéis vosotros que los Hermanos de las Escuelas Cristiana no ambicionamos honores, gloria ni nombradía; nada de incienso sino más bien trabajo y sencillez; bien patente está ante vosotros, mis queridos antiguos alumnos y amigos todos de esta ilustre Villa de La Orotava, nuestra manera de proceder. Pero pensando en el dicho de la Sagrada Escritura “no a nosotros, Señor sino a Ti sea dada la gloria”, os diré que no a mí sino a la Congregación y a San Juan Bautista de la Salle sea tributado este honor y este homenaje. En nombre, pues de la Congregación de Hermanos de las Escuelas Cristianas os doy infinita gracias. Con muchos de vosotros trabajé, os inculqué las máximas del Santo Evangelio, os encaminé por el sendero de la ciencia, de la virtud, del deber y de la honradez. Todo ello os induce ahora a recordar a los Hermanos de aquellos tiempos en que erais niños y al encontrarme casi solo, sólo de mi os habéis acordado en este acto simpatía, de recordación y de gratitud hacia mi amada Congregación. Pocos años estuve entre vosotros: sólo seis y algunos meses; pero de ellos, cuantos recuerdos, detalles y mociones acuden a mi memoria.
Entre todos vayan mis palabras de recordación para vuestros queridos padres, muchos de los cuales habrán pasado ya a mejor vida y estarán ya gozando de la vista del Señor. Un recuerdo también para aquellos Hermanos que como el Hermano Apolinar dejó imborrables huellas de su talento y de su virtud, al que hace pocos años tributasteis el insigne honor de dar su nombre a una de vuestras calles, honor que no olvidará nunca mi amada Congregación. Un recuerdo para los Hermanos Directores que en esos mismos años de mi estancia en esta recordada Villa dirigieron el colegio de San Isidro, los Hermanos Dionisio y Andrés. Sin duda que también os será muy grato oír los nombres del Santo Hermano Cirilo, artista, filosofo y músico del colegio en los años de 1909 -1933, así como de aquel jovial Hermano Pablo que ejercía el cargo de ecónomo y acabó su peregrinación en esta tierra en la Ciudad de Santa Cruz el año 1921; y en fin de los Hermanos Eugenio, Salustiano y otros muchos que a pesar de su avanzada edad continúan incansables su labor educadora(año 1956) en Argelia, Túnez y Marruecos, a los que será muy grato comunicarles las noticias de este cariñoso acto. Después de estas recordaciones ¿que diré de vosotros organizadores y promotores de este hermosísimo acto? Las palabras sobran al ver los hechos. Nuestra sola presencia os hace distinguir entre los cientos de orotavenses que pasaron por el colegio de San Isidro; por otra parte sabemos que si a muchos les ha sido imposible el acompáñanos en estos momentos, esta muy satisfecho de este homenaje que vosotros nos tributáis. A todos, pues, presentes y ausentes, una frase de cariño y agradecimiento.
Que este acto sea un lazo más de unión entre alumnos y profesores. Los Hermanos, y especialmente los aquí presentes, no olvidaremos nunca este espontáneo homenaje y el afecto que en él nos demostráis. Esto no animará para seguir trabajando con entusiasmo en la nobilísima misión de elevar a la juventud tinerfeña de todas las categorías sociales a un plano superior en esos órdenes que anhelamos de ciencia, honradez y virtud tan preciadas por vosotros. Gracias, pues mil gracias. Que nuestro inclino Fundador San Juan Bautista de la Salle bendiga a esta querida Villa de La Orotava y a cada uno de nosotros en particular y haga que fructifique más y más la semilla que él no ha encargado de Sembrar

En el desaparecido restaurante Florencio de la Cuesta de La Villa, se sirvió un espléndido almuerzo, que hizo honor a la justa fama que goza este establecimiento, reinando en él, la mayor cordialidad y camaradería. A los postres hicieron uso de la palabra: los ex-alumnos Don Alonso Hernández García, Don Álvaro Martín Díaz (ALMADI), el entonces director del colegio de San Isidro, reverendo Don Pacifico Medina Sevillano, de la Congregación Salesiana y agradeciendo el homenaje lo hizo el Director del Colegio de San Idelfonso de la Capital Tinerfeña, hermano Martín Rueda: Hacen falta palabras, para rubricar la emoción que todos sentimos. Ha sido, ésta, una mañana llena de mensajes. Todos nosotros, cada cual a su modo, hemos revivido estampas de un ayer que, aunque todavía somos jóvenes, ya está a treinta años de distancia (año 1956), unido indisolublemente a los mejores recuerdos de los mejores años. Un ayer precioso, que para nosotros era la infancia y para el maestro, seguramente, la iniciación en esos caminos de apostolado que desveló San Juan Bautista de la Salle. He dicho desveló y todo se me llena de esencias de isleñas. Yo aprendí ese verbo, el desvelar en pleno monte, en la majestad silenciosa y olvidada de las cumbres de Anaga, junto a un viejo guardia forestal que me iba dictando el secreto del bosque. “Hay que desvelar el camino” me decía, por qué la vereda estaba inundada de vegetación.
San Juan Bautista de la Salle tuvo que desvelar muchos caminos para que nosotros podamos estar mirándonos cara a cara, tratando de identificar en cada uno de los demás a aquellos chicuelos que jugaban con pelotas de trapo, o aquellos otros que el hermano Teodosio - desvelándonos el camino también- hacia poner de cara a la pared. ¿Veis amigos, por qué ha sido esta una mañana singular?... Yo he venido esperándola, desde que me la anunciaron, como si en ella, necesariamente, hubiera de producirse algo deliciosamente insospechado. No podría concretarlo, porque imaginar este acto, me ha hecho jugar con muchas ilusiones, con innúmeros recuerdos. Una mezcla de paisaje y anécdotas se amontonaba en mi imaginación. Tejadillo enano de la calle Verde, cajitas redondas de cartón, rojas y amarillas que se abrían el embrujo negro del regaliz, barbas venerables del Hermano Andrés, húmedas sonrisas del Hermano Teodosio, y entre todo esto, nosotros, alborotando, aprendiendo las primeras limitaciones y empezando a soñar en los primeros actos propios. Sabía el Hermano Teodosio - y todos aquellos imborrables maestros- hacer la siembra necesaria para la fructificación de tantos hombres honrados, de tantos nuevos padres de familia que, por las horas de este día, queremos sentirnos, otra vez, bajo el paternal mandato de su sonrisa, Hermano, de su bondad y de su ejemplo. ¿Que hemos venido a homenajearle ?..No Hermano; ésa es una expresión alegre y profana que no recoge, cabalmente, nuestra intención. No se rinde, ostensiblemente, homenaje a los padres, porque nadie puede ver los altares que hemos levantado en nuestros corazones. Se le rinde devoción, se le rinde amor, y en esa devoción y ese amor, cuando nacen en aquel intimo altar, es donde los hombres, mirándonos a los ojos, apuntalamos las columnas de nuestro orgullo. Hemos venido a estar.
Sencillamente a estar. Infinitivos elementales que no olvidamos Hermano. Y estamos porque somos. Y somos porque Vd. está, porque Vd. fue el abanderado en este ejercito de hombres sencillos que no querían ir a ninguna parte, que no tenían mas ambición que la de formar grupo en unas legiones que antes, en el Colegio, llamábamos Hombres de Provecho. ¿Somos en realidad, esos hombres de provecho?.... He aquí su benéfico influjo, hermano. Esta mañana, le hemos consagrado, tiene algo de brujería en el ambiente. Ante Vd. -porque no podemos olvidar- casi sentimos rubor a pregonarnos hombres de provecho. ¿No seremos, todavía, unos escolares bulliciosos? ¿No quisiéramos ser, por un momento, los ocupantes de aquellos regalices? ¿Los que iban de la mano, dos a dos, por la calle Verde, a las novenas de Santo Domingo? Debemos rebotar esas preguntas en nuestra intimidad; tratemos de rescatar los ecos que despierten en nosotros y demos gracias a Dios, amigos, por habernos concedido esta ilusión de ser niños otra vez. Usted, Hermano, lleva las de perder. No puede usted emocionarse ante un examen oral. ¿Ve usted como somos egoístas?.... Mientras nosotros rebosamos de ilusión, usted, que sigue siendo el maestro, ha de pensar en calificarnos. ¿Nos aprobará, como hombre de provecho?

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