No sé si son los años, o hay alguna otra razón, para que me sienta cada vez más sensible contra las cosas que uno oye o lee a veces y que vienen desde la incomprensión y la mala fe que pulula por ahí, donde las tinieblas de la incapacidad estrangula toda idea fundamentada en la ignorancia y el desconocimiento de la verdad. Tantas especulaciones equivocadas que quedan en nada, sólo el ridículo del que es objeto aquellos empesimismados en no ver el lado bueno de las cosas, aunque estén palpando con sus manos la evidencia de los hechos.
Cada día doy gracias a Dios por lo que me ha dado, por permitirme poder asomarme al exterior cada mañana y saludar a nuestro majestuoso Teide; y ver, a tan poca distancia, desde la otra ventana, la mar que baña nuestro atractivo litoral y sus entrañables playas. Poder ver a los vecinos entregados a sus diarios deberes y placeres, moverse... ¡Ay de aquellos que no están ent
Me es muy grato, cuando oigo decir la expresiva frase: ¡El Puerto es
el Puerto! Todo es distinto cuando llegamos al Puerto de la Cruz. Sus gentes, sus calles, su cielo, su mar... El mismo clima y el ambiente cosmopolita que se vive. El Puerto es tranquilo, no es peligroso, es movido, inquieto y apetecible. Es limpio como pocas ciudades, concurridísimo y aceptable. Cuando entramos en el, es como si llegáramos a un lugar paradisiaco y encantado. Lo triste es que sean los propios lugareños, quienes más ignoren su valor, con tanta excelencias que tenemos y que ofrecemos al mundo entero. Por suerte, son una minoría los ingratos que no lo entienden y se dejan llevar por sus bajas pasiones inciviles y políticas. No lo olviden, señores, el Puerto será siempre eso: el Puerto donde arribar la barca ilusionada de tantos navegantes turistas enamorados que vienen a refugiarse en lugar seguro. ¡Apto para todas las edades!..





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