domingo, 6 de julio de 2008

DON VÍCTOR PÉREZ GONZÁLEZ. UN MÉDICO PALMERO QUE IMPULSÓ LA BOTÁNICA CANARIA.

Artículo recibido de: Bruno Juan Álvarez Abreu

El profesor de historia de América de la Universidad de la Laguna don Manuel Hernández González, nos cuenta en la revista Rincones Atlántico; Que don Víctor Pérez González nació en Santa Cruz de la Palma el 8 de junio de 1827. Era hijo natural del facultativo palmero Juan Antonio Pérez del Pino y de Josefa González de la Paz.
La cuantiosa fortuna con la que contó su padre se debió a haber sido heredero universal de sus ricos abuelos. Ésta le permitió a Juan Antonio estudiar medicina en la Universidad de París, donde se doctoró en medicina y cirugía en 1851. En esa época dio a luz en francés dos obras sobre la cirugía y la fiebre amarilla. Víctor había nacido bastantes años antes de que su progenitor se hubiera casado. Fue bautizado como hijo de padres desconocidos. Pese a eso lo reconoció y le financió sus estudios de Filosofía en La Laguna y su carrera de medicina en París, donde se doctoró. Tras una breve estancia en La Palma se establece como médico en el Puerto de la Cruz, donde contrae matrimonio el 14 de mayo de 1854 con Victoria Ventoso Cullen, de la burguesía mercantil portuense. Consolidó un rico patrimonio familiar gracias a la herencia de ella y su labor como facultativo, que le llevó a que sus hijos heredasen buena parte de la fortuna del Marquesado de la Quinta Roja…//... En revistas científicas hemos obtenido varios fragmentos que nos indica; Que don Víctor Pérez González, fue médico titular de la ciudad del Puerto de la Cruz y de sanidad de su propio puerto, subdelegado de medicina y cirugía de las islas menores de las Canarias Occidentales, fue el promotor durante el reinado de Isabel II del partido progresista y presidente de la Junta Gubernativa erigida a raíz del pronunciamiento de Vicálvaro, Alcalde de Santa Cruz de la Palma y diputado provincial. Contrajo nupcias en 1838 con María de los Dolores Abreu Luján, de la elite palmera.
Cuando contaba 31 años de edad ratificó su paternidad para que pudiera solicitar ante el Rey su legitimación como hijo natural, que le fue concedida por Real Cédula de 25 de enero de 1860. Además le dejó la hacienda Los Álamos y un cercado de tierra en Breña Alta “por el buen comportamiento y las muestras de cariño que le he dispensado”. Debemos de reseñar al respecto que según la legislación de la época los hijos ilegítimos reconocidos sólo tenían derecho a un 8% de la herencia paterna, quedándose con la restante los habidos dentro del matrimonio. La de su mujer procedía de su padre, Francisco Gervasio Ventoso y de su tía María Paula Cullen, casada sin descendencia con el Cónsul de los Estados Unidos en Canarias y comerciante José Cullen, nacido en Dublín. Se convirtió en heredero universal de la Marquesa de la Quinta Roja, Doña Sebastiana del Castillo, madre y legataria de la herencia de su hijo Diego Ponte, el célebre aristócrata miembro de la masonería insular, para el que su madre erigió un mausoleo en sus jardines de su casa en La Orotava. Al fallecer el 22 de febrero de 1892, más de una década antes de la Marquesa, su legado fue repartido a partes iguales entre sus tres hijos, Jorge Víctor, médico como él y destacado botánico, casado con la inglesa Constanza Carnochan, Víctor Eduardo, ingeniero de minas, que lo hizo con Juana Ascanio y Montemayor y Ángela, que enlazó con Felipe Machado del Hoyo.
En 1863 fue alcalde segundo del Puerto de la Cruz. En 1868 participó en un mitin en el que dio la bienvenida a la Revolución del 68, que derrocó a Isabel II e implantaría en el accidentado sexenio Revolucionario el sufragio universal masculino. En el Puerto de la Cruz, ante la pérdida de la cosecha de 1860, promovió una colecta entre los vecinos pudientes que proporcionó una comida económica entre los mendigos. En su ciudad natal “es acogido en todas partes con mucho entusiasmo: “Don Bito está aquí”, y enseguida acude una multitud de enfermos pobres, para quienes don Bito es la providencia”. Era una enfermedad que por aquellas fechas seguía azotando las islas. Para remediarla introdujo el procedimiento de curación por medio del guano. De él “se llenarán los colchones y cabezales, dándoles además a los enfermos una tisana y cada dos días un baño en que se disolvía una libra, dándole además unas unciones con un ungüento cuya base era además el guano”.
Tales técnicas conducirían a su cicatrización. Consistía en el uso de tierra seca como desinfectante. Tenía la ventaja de ser económico, ya que aspirar al alcantarillado en la época era poco menos que una utopía en los pueblos de las islas. De él se derivaba un guano inodoro. Un alcantarillado con agua era inviable en aquellos tiempos en una ciudad como Santa Cruz que carecía de ella. De su puesta en práctica, que había propiciado en algunas casas de esa localidad, se derivaría un producto de gran valor para la agricultura y que supondría la reducción de las fiebres tifoideas y difterias que azotaban las localidades. ..//.. Según su memoria, que fue publicada, la aplicación de ese método en Canarias había sido practicada en 30 personas con gran éxito, porque sólo en 13 le aconteció y con carácter benigno. La Academia propuso a los poderes públicos que se practicase en las tropas. Autor de una extensa y notable obra sobre la vegetación tropical, especialmente de la Guayana francesa, donde llegó incluso a publicar un libro sobre la gramática de sus pueblos indígenas. Había publicado también un estudio sobre los cultivos canarios. Colaboraría con Pérez tanto en esta obra como en otra sobre el tagasaste y la chicharraca que publicaron conjuntamente en Cluny en 1864.
Entre ellos es bien interesante la difusión alcanzada por el tomate, muy anterior al boom exportador de finales del XIX, que atribuía su introducción a los británicos, cuando sabemos que es anterior al XVIII. Su segunda parte se centra en la fisonomía vegetal y agrícola. Dedica un amplio apartado a la ganadería, para concentrarse finalmente en la estructura de la propiedad marcada por el lastre de la medianería y la inexistencia de un campesinado de pequeños propietarios y en las posibilidades de progreso de la agricultura isleña. Aborda aspectos como la combustibilidad del tabaco, los abonos, el aroma o la fermentación para mejorar sus rendimientos y la calidad de las cosechas. Demuestra su puesta al día en sus conocimientos e intercambios con científicos foráneos. Desde esa fecha experimentó con 200 ejemplares en una huerta de La Laguna. Debía emplearse también para cubrir de tierra las lomas esterilizadas antes vestidas de pinos y laurisilva. Nombre popular de una planta leguminosa que produce una variedad de chicharro del tamaño de una lenteja empleado como forraje para el ganado. Su valor nutritivo para la alimentación animal era muy superior al del heno u otra planta forrajera. Contiene 1.134 por ciento de azoe, cuyo elemento es el que principalmente lo representa “El tagasaste II”.
Los terrenos dedicados a cereales daban resultados ruinosos por la excesiva tributación. Mientras, paradójicamente, se importaba heno, pudiendo evitarse con el empleo de tagasaste. Confiesa que la rutina y la creencia de que “sólo los malísimos terrenos son los que deben dedicarse a yerbas” para el forraje o arbolado actúa como un lastre. Gracias a la fermentación el principio venenoso del verde se destruye, por lo que es más apetecible por los animales. Este preparado permite alimentar a una vaca o caballo de los de mayor tamaño con un valor día de 0´40 céntimos de plata. ..//… La ciudad turística del Puerto de la Cruz antiguo Puerto de la Orotava, le dedicó una plaza en su memoria frente al ex convento franciscano, esquina de la calle de San Juan con la de Quintana, una plaza acorde con sus pensamientos científicos y botánicos, adornada de bellos jardines exóticos de flora canaria.

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