martes, 1 de julio de 2008

ASÍ ERA NUESTRA REMOTA Y MUSICAL VENEZUELA

Artículo recibido de: Celestino González Herreros

Caracas, allá por la década de los 50, aún conservaba buena parte de su fisonomía primitiva. La recuerdo con cierta veneración y no niego que llegó a cautivarme, por la variedad de sus encantos naturales. Al memorizar aquella fascinante época, siento las mismas sensaciones de entonces, pues, no se borran en mis retinas las bellas estampas de sus mágicos rincones y hasta siento emoción al evocarla, la que me produjera cuando por vez primera, la madre Naturaleza me ofreció. Con tan gratas visiones, sumadas a mi joven condición de soñador, magnificaron cada motivo, al ver cosas así, nunca vistas antes, máxime con las perspectivas afectivas que me animaban.

Qué bueno, que al recordarla, la que guardo en mi mente, en nada se haya deteriorado, ni las espléndidas imágenes de aquellos inolvidables lugares. Sabanas inmensas de un verde chillón y quebradas exóticas, detenían mis pasos para caer rendido de admiración ante tanta belleza. La Verdad es que, la Naturaleza fue siempre generosa con Venezuela. Sólo había que desplazarse de los núcleos poblados, hacia el interior de las distintas zonas, para ser sorprendidos por tan abundantes influjos... Y sólo hablo de la Caracas que conocí con mis años mozos, sin salirme de ella, porque si lo hiciera, no tendría palabras capaces de expresar lo que íbamos hallar en los diferentes Estados venezolanos. Cada uno de ellos guarda, aún, un misterioso tesoro... Y ante la evidencia, siempre tendrían, en la actualidad, atractivos envidiables que ofrecernos.

Imaginémonos, a modo de exhortación lírica, una noche de Luna llena, apostados en un lugar tranquilo, en medio de una espesa plantación. Imaginémonos un genero apetecible: manglares, cafetales, maizales, o una extensa llanura de cizales... Cualquier género, repito. La Luna queriendo ocultarse tras la oscura nube que se mueve; y al corazón que late serenamente. Imaginémonos el eco del golpe acompasado de un tambor que suena anunciando la asomada del lamento melancólico de un arpa solitaria cuyas cuerdas hieren el silencio de la noche... Imaginémonos dos lágrimas furtivas que ruedan por las mejillas de alguien... ¡Quién sabe!.. Y el canto trémulo acompañado de un cuatro lastimero anunciando la alborada. Imaginémonos soñar despierto en medio de una inmensa sabana y las aves cruzando el tibio aire... Y nuestros corazones agitándose cada segundo más. Unos ojos entornados, como dos gecelas que dormitaran bajo la enramada y unos labios jugosos que se entreabren ante los nuestros sedientos... Imaginémonos la locura tropical de mi querida Venezuela inflamándonos el corazón.

¡Así era Venezuela! ¡Cómo recuerdo tantas noches apacibles, en aquella legendaria Caracas de mis sueños! Sólo le pido a Dios que vuelva aquella paz, que vuelvan los campos a reverdecer... Que pronto surja el milagro de su pronta recuperación...

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