lunes, 30 de junio de 2008

¡CÓMO SE AGITAN LAS BRISAS SOBRE EL MAR!

Artículo recibido de: Celestino González Herreros

Qué alegres y lisonjeras cruzan las brisas cuando llegan a nuestras costas y cómo acarician. Su presencia, cuando llegan al Puerto de la Cruz, con ese particular sabor salobre y el perfume de las algas que consigo deliciosamente arrastra, nos insuflan sentimientos muy singulares y nos transportan hacia momentos y lugares apetecidos; nos traen recuerdos de pretéritas e inolvidables vivencias... A veces nos contagia esa extraña alegría y con ella nos traslada a dimensiones oníricas, que también los viejos soñamos y nos gusta apartarnos lejos, batiendo las alas del pensamiento, hasta hallar aquellos rincones amados, que aunque no estén donde y como los dejamos, en nuestra mente han dejado profundas huellas en los causes de la evocación y solemos andarlos con las fuerzas de la misma ilusión y desde cualquier lugar donde nos hallemos, en la silla de ruedas; tras las rejas de una lúgubre cárcel; encamados en un hospital; en las más cómodas situaciones; menos en el infierno; en cualquier lugar... Aquellas imágenes no se rompen, siempre estarán latentes en nuestras mentes y en el corazón; y con ellas el recuerdo, también, de tantas buenas gentes que ya no están... Bajo la tupida maleza y en los imaginarios surcos que han quedado de tantos pasos dados por la misma ruta, buscándonos en todos los sentidos, hasta que de tanto arañar la dura tierra que cubre tantos recuerdos, dejan entrever aquellos amados vestigios y podemos arrancárselos desde nuestra lejanía.

Las brisas meciéndose sobre la mar, nos traen todo aquel calor sentimental, el perfume y el color de nuestras preferidas flores y el silencio apetecido tantas veces y estar juntos nuevamente.


También los viejos sabemos reír, hay recuerdos que nos arrancan piadosas sonrisas y el estallido alegre de una tímida risa que conmemore episodios de la distante juventud; y hasta llegamos a reírnos de esa tierna etapa de nuestra vida y de cómo era todo aquello... Los viejos reímos de otra forma, no dejamos libre el eco de nuestras escasas fuerzas al reír, impedimos se nos aleje mucho, ya que no nos sobran los impulsos. Sabemos interpretar ese saludable gesto y aprendemos a no malgastarlo.

Estas son acuarelas realizadas por el propio autor, que nos acompañan en estas líneas de Celestino González Herreros.

No hay comentarios: