
Son testigos de mi exaltado canto las gaviotas que revolotean sobre mí, y el acostumbrado encanto que deleita a la vista en esos momentos y ello me inundaba de un tierno sentimiento de amor.
Apenas comenzaba el nuevo día, cuando tuve ocasión de llegar hasta la novísima e inteligente Plaza de Europa, en el Puerto de la Cruz, que estaba brindándome sensaciones tan emotivas y tiernas, que me atrapaban en el sueño evocador de históricos acontecimientos de trascendencia universalista. Me hablaba de piratas, de una defensa enconada y valiente de nuestros antepasados que luchaban dignamente por defender nuestras tierras y sus frutos, las mujeres y a los hijos. Odiosos piratas que nos acosaban constantemente y nos dejaban arruinados material y moralmente; y cada vez que les “vencíamos” subía un grito a los cielos que parecía el trueno de la esperanza. Y aquí estamos, continuamente amenazados, pero creo que nunca tan juntos.
Cada cual va a donde

La mar nos ofrece ese encanto sublimado por Dios; y que, en mí hoy ha desp

En la señalada Plaza pública, caminé un tanto entusiasmado, recorriendo su amplio espacio advirtiendo sus encantos que no consigo detallar, hasta diría más, me sentía tan inspirado en medio de mi alborozo. La mar destacaba los cálidos influjos de tanto embeleso, el arrullo de sus olas y las caricias de sus constantes golpes, dejaban en mi ser un sentimiento peculiar de ternuras, el oleaje seguía inflamando mi corazón de nobles deseos que se aglutinaban con pasión... Nunca vi la mar tan cerca, la sentía dentro de mí, resonando dentro de mi pecho, como si fuera un puerto abandonado aunque abierto...
Me olvidé hasta de las personas que me rodeaban, eran las diez de la mañana y nuestro entorno estaba animado con abundantes "extranjeros", yo diría amigos de mi tierra, y creo que suena más bonito, este es el mejor puerto de sus ilusionadas naves, por esa razón se van y vuelven, como las aves que surcan los mares con afanoso vuelo, para volver con nosotros...
Descendí de la Plaza en dirección al viejo muelle pesquero atraído por el
Y sin querer, me acerqué a la orilla... ¿Ven como es cierto? ¿Qué busca uno en la mar, cuando se ha nacido cerca de ella, cuando de niño se ha jugado en la arena de sus playas, cuando se ha familiarizado uno con el canto de sus caracolas, con la intempestiva influencia y la presencia de las olas rompiendo su furia contra los estáticos riscos de la escollera que la desafían años tras años, siempre... Como mi callado corazón que las siente llegar y las espera resignado cuando la envestida es inminente... Y, ¿cuántos caminos se abrieron a través de sus inquietas aguas, senderos hacia nuevos mundos? Senderos de dolor y, otras veces de la felicidad. Vía crucis del hombre aventurero, del visionario y también de los valientes hombres de la mar, los marineros de mis inigualables costas. Mas, todo se olvida de repente, mientras veía a mi alrededor tantas caras felices sentí el contagio de esa grata influencia invadir todo mi cuerpo y me fui hablar con un grupito de ellos, buscando quizás en esa natural participación los elementos necesarios de ambientación para sentirme mucho mejor de todo lo bien que pudiera sentirme.

Instintivamente volví a la Plaza de Europa, evadiéndome un poco de los ruidos de la Ciudad viendo al mar cuando riela bajo los rayos del Sol y cuya quietud sosiega a mi espíritu, hoy profundamente emocionado mientras siento los influjos de esta soledad, acariciado por ese aire salobre y el olor de las algas de la escollera más próxima. Mirando a lo lejos busco... y no sé qué cosa busco con tanta devoción en mi contemplación, deslizando mi cansada mirada sobre el ancho mar que comienza a rizar... En breve la veremos acompañada de San Telmo, cruzar las aguas costeras y en porfía cristiana y marinera, celebrar la embarcación todos los hombres de la mar que se dan cita ese hermoso día.
Imágenes de está Isla y de está tierra, conocida por todos y por todas, un trabajo elaborados, con mucho cariño, en esas atardecer de tranquilidad y sosiego, al frente y a lo largo hasta donde alcanza la vista allá en el horizonte, donde vemos ese fuego, dejando así, sus huellas y sus hermosas vistas de óleo, dedicado a los que nos encontramos hoy aquí, de igual manera para los que están por venir.
Gracias de todo corazón.
Estimado Don Celestino Gonzlález Herreros, lo felicito, y siga con ese mismo entusiasmo.
Hasta pronto José R. Peraza
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