jueves, 26 de junio de 2008

ALEXANDER VON HUMBOLDT Y EL TEIDE (1769 - 1859)

Artículo recibido de: Bruno Juan Álvarez Abreu

Explorador y experto en ciencias naturales, uno de los fundadores de la moderna geografía. Hijo de un noble prusiano y hermano del filósofo Wilhelm von Humboldt, se educó en Göttingen y en la escuela de minas de Friburgo. En el cargo de director de Minas del Principado de Bayreuth (1792-1797) realizó investigaciones en muchos campos, entre ellos la botánica y la geología. También continuó los estudios de Galvani sobre la electricidad muscular y nerviosa e hizo mucho por perfeccionar las técnicas mineras y las condiciones de trabajo en las minas. Tras dimitir de dicho cargo viajó durante cinco años por Sudamérica, donde trazó la conexión entre los ríos Amazonas y Orinoco, estudió la vida animal y vegetal e hizo observaciones meteorológicas, entre ellas el tránsito de Mercurio. También estudió las propiedades del guano, introduciendo así una importante fuente nueva de fertilizantes.

Desde La Coruña viaja en junio de 1799, rumbo a Tenerife en la corbeta Pizarro acompañado de su fiel colaborador Aimé Bonpland. Su amistad en la Corte española con el canario Clavijo Fajardo, Director del Gabinete de Ciencias Naturales en Madrid, a quien estaba obligado remitirle las recolecciones de plantas y minerales en tierras es­pañolas del continente americano, y su encuentro con otro joven natural de las islas, Francisco Salcedo, le posibilita una estancia llena de acontecimientos en Tenerife, a cuyo puerto arriba para cumplimentar la parada obligatoria de los buques españoles en la ruta hacia las América. Independientemente de que las recomendaciones de la Corte le permitiesen una mayor estadía en la isla de Nivaria, que había conocido recientemen­te en su piel la erupción volcánica de Chaorra, en las Narices del Teide. Corno décadas atrás lo viviese la isla de Lanzarote con sus Montañas de Fuego, en el Timanfaya, a cu­yas costas se acercó en su travesía náutica al llegar al archipiélago.

El atraque del Pizarro, el día 19, no estuvo exento de ciertos riesgos y sorpresas pues naves inglesas, pese a la derrota de Nelson, aún merodeaban las costas tinerfeñas. Además coincidió con la llegada del verano, lo que contribuyó a iluminar y resaltar la estampa del puerto santacrucero ubicado en la costa del macizo de Anaga y que se le quedó grabada al ilustre geógrafo alemán. Encima era lugar de encuentro de personajes populares relacionados con la vida social y comercial de la que luego fuera capital de la isla. Y de estadía obligatoria para todos los que pretendiesen cruzar el océano camino de las América, por lo que era bien conocido en los medios europeos dedicados a estos menesteres.

Humboldt y Bonpland, después de presentar sus credenciales reales al Gobernador militar, Don José Perlasca, se alojaron en la residencia del general Armiaga donde apre­ciaron algunas plantas características de las islas. Aprovecharon la tarde para herborizar en los barrancos de Anaga que desembocan frente al castillo de Paso Alto.

Después de pasar la noche en Santa Cruz de Tenerife, salieron al amanecer hacia La Laguna camino del Puerto de la Orotava, desde donde habían previsto la ascen­sión al Teide, principal objetivo de los naturalistas europeos durante su estancia en Tenerife.

De su excursión por el norte de la isla escribió Humboldt párrafos maravillosos. El paisaje tinerfeño se le convierte en una verdadera revelación. Tenerife -señala el barón alemán- goza de las bellezas que la naturaleza ha derrochado en las regiones equi­nocciales.

El hombre sensible a las bellezas de la naturaleza halla en esta isla deliciosa reme­dios aún más eficaces que el mismo clima. «Ningún sitio me parece más apropiado para suprimir la melancolía y devolver la paz a un alma que sufre, que el de Tenerife...», le escribe a su hermano.

Humboldt se enamora del paisaje exótico de la isla. Se apasiona con su naturaleza, -fuente de goces, amiga y recurso, única protección del hombre-, y encuentra en el medio ambiente tinerfeño el marco que hasta entonces le había faltado. La clave de su sensibilidad hacia el paisaje y la piedra de toque de su sentimiento estético de la naturaleza, como bien lo recuerda el profesor Cioranescu, lo resalta el na­turalista alemán cuando escribe las páginas que dedica en su libro maestro a esta bella e intensa excursión hasta la vieja comarca de Taoro. Recorre la vega lagunera, cruza Te­gueste y llega a Tacoronte. Cruza la comarca de Acentejo, que cita como campo de ba­talla, y alcanza Tamaide, en la ladera del valle. Abajo, la costa, el Puerto. Arriba, por encima de la Villa, sobre las nubes, el Teide.

El cuadro que le ofrece el Valle a los ilustres forasteros les impresiona de tal manera que Humboldt escribiría más tarde que lo encuentra más variado, más atractivo, más ar­monioso incluso que algunas zonas que había visitado en América, que las riberas del Orinoco, que las cordilleras del Perú, que los valles de México.

Bajan al Puerto y se detienen en el Durazno. Conocen los trabajos que en el Jardín Botánico de La Orotava lleva a cabo el VI Marqués de Villanueva del Prado, Don Alon­so de Nava y Grimón, al objeto de aclimatar las plantas que crecían en los territorios del imperio español repartidos por Asia y América.

Como hemos mencionado al principio, Humboldt llegó a Tenerife a bordo de la corbeta española Pizarro saltando el cerco de cuatro navíos ingleses que habían apresado a varios viajeros del navío Alcudia el día anterior. Se presentó al comandante general Perlasca, sucesor del célebre general Gutiérrez, y salió con Bonpland a herborizar por las cuestas cercanas al castillo de Paso Alto. Al amanecer inició su viaje a La Laguna. Visitó el Jardín de Aclimatación donde trabajaba el marqués de Villanueva del Prado. Pasó la noche en el Puerto de la Cruz e inició con sus instrumentos la subida al Teide en la que ya le habían precedido Feuillée (1724), Heberden (1752), Malouin (?), Borda (1776) y Macartney (1792): "La cumbre del Pico de Tenerife, cuando una capa horizontal de nubes de una blancura deslumbrante separa el cono de las cenizas de la meseta inferior, y cuando, de repente, de resultas de una corriente que sube, la vista puede al fin penetrar desde el mismo borde del cráter, hasta las viñas de La Orotava, los jardines de naranjos y los grupos frondosos de plataneras del litoral". ….//….

Una carta del barco anunciando el retraso de la salida le permitió visitar los lugares cercanos y frecuentar la sociedad de La Orotava. De regreso en La Laguna, el cónsul de Francia y naturalista Broussonet ofreció encargarse del envío de las colecciones hechas en Tenerife. Escribió a su hermano "Me voy casi con lágrimas en los ojos. Quisiera venir a vivir aquí". Volvió a embarcarse en Santa Cruz de Tenerife: "los habitantes de canarias ofrecen los rasgos característicos de la población montañesa e insular a la vez. para apreciarlos debidamente, no basta con verlos en su misma patria, donde grandes dificultades entorpecen el desarrollo de la industria: hace falta verlos en las estepas de la provincia de caracas, encima de los andes, en las campiñas abrasadas de las islas filipinas, por todas partes en donde, aislados en medio de regiones desiertas, han tenido la oportunidad de hacer muestra de esta energía y de esta actividad, que son la verdadera riqueza del colono"….//…

En su libro Voyage dedica unas sesenta páginas a manifestaciones sísmicas, vegetación y geografía humana recogidas en su estancia en Tenerife. La insistencia de Humboldt determinó el posterior viaje de su amigo Leopold von Buch, autor de un moderno tratado de la geografía física de Canarias. La genial intuición de Humboldt le hizo desarrollar las bases de la fitogeografía observando las cinco capas de vegetación que había registrado Boissieu de La Martinière, botánico de la expedición de La Pérouse en 1785.

Una vez finalizados sus viajes se instaló en París para preparar la publicación en 30 volúmenes del material reunido en sus viajes. Volvió a Prusia para ocupar el cargo de chambelán real (1827). En esta época ideó la serie de conferencias que compondrían su kosmos, un intento de descripción del mundo físico como unidad sostenida por la armonía de la naturaleza. A partir de 1830 repartió su tiempo entre la ciencia y la diplomacia, pero siguió siendo protector de científicos y artistas, sin perder su gran interés por la humanidad; constantemente se opuso a la esclavitud y a la opresión que pudo ver en Sudamérica y en otros lugares. Inventó el concepto de las isotermas, escribió tratados sobre geología, biogeografía, geografía política y el estudio del clima en relación con la geografía física. Poco después de finalizar el quinto volumen de su kosmos falleció y fue enterrado con gran solemnidad. Se le ha calificado como padre de la moderna geografía.

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