jueves, 3 de julio de 2008

¡SILENCIO, YAVIENEN CALLE ABAJO!..

Artículo recibido de: Celestino González Herreros

Me incentiva saber que vuelve el mes de julio, por lo que representa para el Puerto de la Cruz. Se trata de escenificar, como cada año, con la más devota fe cristiana y la presencia del Gran Poder de Dios y nuestra celestial Señora, la Virgen del Carmen, a través de sus bellas imágenes, episodios religiosos de incalculable valor humano para nuestras gentes y cuantos visitantes se acerquen a nuestra acogedora ciudad a rendirles honores y recibir sus amorosas bendiciones. Cada año, en julio, vuelven a repetirse las fiestas patronales; y de nuevo despiertan sentimientos muy profundos y los recuerdos afloran con desmedida emoción, al evocar pretéritas fechas.

Desde cuando comenzamos a tener uso de razón, todas aquellas vivencias... Acompañados de nuestros seres queridos, que ya no están... Muchos con menos posibilidades económicas y más ilusión que nunca. Aquello pasó a la historia. Ya no es igual, no porque seamos viejos, es que, las nuevas generaciones tienen una visión distinta, respecto a lo lúdico, y a lo religioso. Ellos nos acompañan, pero hay un desfase considerable. Sin embargo, aprovechando la ocasión, debo decir, de los jóvenes de hoy, que hay gran cantidad de ellos que acuden a los actos religiosos con notoria seriedad. Eso es maravilloso, da la sensación de que han comprendido que Dios es compañía grata y que las cosas de Dio son muy serias y confortantes para el alma. Da la impresión que han reflexionado y sienten necesidad de amor divino...

La Procesión del Gran Poder de Dios es impresionante, sobrecogedora, emocionante y comunicativa. Y el paseo de la virgen del Carmen, por tierra y mar, es increíblemente religioso y alegre, es un ejemplo de amor cristiano; y ese día del reencuentro marinero, se desbordan los atractivos portuenses, ofreciendo a propios y extraños, la oportunidad de gozar momentos inolvidables...

Vuelven a repetirse viejas costumbres; y el corazón rejuvenece. La ciudad se engalana y los típicos rincones cobran su encanto marinero. Hay un mensaje de amor en el ambiente: de alegría y dolor a la vez, tantas veces contenido. Y hemos visto pasar el tiempo tan aprisa, casi sin darnos cuenta, y, hasta nos ha arrebatado buena parte de la ilusión perdida y aquella alegría... Vuelve julio otra vez, con nuestros padres espirituales en magna Procesión, a darnos con sus amorosas miradas, fuerzas para seguir viviendo; y nos convocan para que les acompañemos tras sus pasos hasta el final del camino.

Y para aquellos que yacen en sus lechos de dolor, aquejados de alguna enfermedad, los impedidos, física o psíquicamente, "acérquense" a ellos, ¡oh, padres celestiales!, para calmarles tantos desconsuelos. Que reciban, con sus sentidas oraciones el gozo del alma; y alivien sus males.

¡Silencio, ya vienen calle abajo! ¡Qué dulce la expresión de sus miradas!..

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