lunes, 14 de julio de 2008

LA VIRGEN DEL CARMEN DE SAN JUAN BAUTISTA, MARINERA EN TIERRA

Artículo recibido de: Bruno Juan Álvarez Abreu

Marinera en tierra, que solo ve el mar antes sus inmenso y bellos ojos, bajando por los Tostones hacía el Atlántico. Marinera en tierra adentro, arriba en Farrobo viejo y proletariado barrio de La Orotava, barrio de carpinteros, zapateros, artesanos y sobre todo de trabajadores.

Como todo los años el mes de julio le embellece, con su manto trabajado con manos artesanas con el ingrediente hilos de oro, luce con su hijo, coronas de oro, alcaldesa perpetua de la Villa, camina por ese territorio de la villa Arriba portando su bastón de mando. Se le atribuye aun no descubierta, ni examinada su autoría al gran canario de Guía don José Lujan Pérez, pero otros dicen que procede de tierras andaluzas, como tanta otras vírgenes de la marisma del Guadalquivir, lo cierto que llegó a la iglesia de San Juan Bautista con 400 años de historia, procedente del ex convento franciscano pasto de las llamas en el año 1801, y que Viera le llamó el Escorial de Canaria, no por su majestuosidad de edificio, sino por la inmensa biblioteca que se conservaba en su interior, lo dijo y lo dejó escrito para siempre mi estimable profesor Alfonso Trujillo.

Me gustaría ver a las tres vírgenes del Carmelo, en la explanada del prometedor y futuro puerto deportivo y pesquero que mi amiga Lola Padrón la admirable alcaldesa de mi Puerto de la Cruz, nos ha prometido acabar cuanto antes o al lado de la recién escultura homenaje a la sufridora mujer pescadera. Que se encuentren en procesión las tres rodeada de multitud, de gentes de la mar, de tierra arriba, bajo los hombros de los pescadores del este inmenso Valle de Taoro desde la costa del Ancón hasta la playa del Socorro, marinos que lucharon en la mar brava, impetuosa, siempre en adoración, cante y oración a su madre marinera carmelita, la de San Juan de Farrobo, la Genovesa del Realejo Abajo patrona del Valle y la portuense del inolvidable escultor Ángel Acosta desde su gubia de La ciudad tarragonesa Tortosa (Baix Ebre) que pudo haber sido hace más de 2.000 años la enigmática ciudad de Hibera, un enclave estratégico a orillas del río Ebro que se disputaron cartagineses y romanos durante las Guerras Púnicas. Hasta ahora, de la ciudad de Hibera, que las tropas romanas asediaron pero nunca destruyeron, tan sólo se tenía constancia de su existencia por referencias en textos antiguos. El hallazgo de un muro en el casco antiguo tortosino, de parte de una gran estructura defensiva del siglo VII antes de Cristo semejante a una muralla, se ha convertido en la primera evidencia científica de que Tortosa antes que romana fue una ciudad ibérica, probablemente Hibera.

Próxima la festividad de la Virgen del Carmen, que como todos los años se celebra el 16 de julio, pienso que los marinos del Valle, en especial a los portuenses de la Ranilla, de mi querida Ranilla, aquellos que trabajaron en la mar, dieron su piel por el salitre, a cambio del suministro del producto del Atlántico para los seres de todo el valle, aquellas pescaderas portuenses que subían a los Realejos, a la Orotava en venta o en permuta del pescado, por qué no a los devotos de tierra adentro, tierra arriba, de Farrobo, le felicito en esta inolvidable y fantástica fecha transcribiendo un poema del gran dramaturgo español de la generación del 27 Rafael Alberti quien supo captar perfectamente la idiosincrasia personal y particular del hombre de la mar. Rafael Alberti hace de este poema un canto a la Madre, un acercarse más a la Virgen, un escuchar sus dulces palabras de Madre, un susurrar al oído para no despertar al que está cansado de tanto faenar en alta mar. Por supuesto que hoy más que nunca tenemos nuestra mente fija en estos esforzados de la mar que se aclaman a la Virgen del Carmen para que les libre de los peligros que encierran el mar, y más si no lo conoces a la perfección. Pero... mejor que nosotros dejemos que sea Rafael Alberti quien, a través de sus poemas y bien trenzadas construidas frases, nos acerque más a esta gran devoción marinera y mariana y nos enseña a pedir protección cuando uno de los nuestros se embarca y busca en alta mar la pesca con la que nosotros, después, nos alimentaremos. Pero...dejemos que sea la voz autorizada de Rafael Alberti quien, con su pluma, nos hable y refresque la memoria: A la Virgen del Carmen / Día de amor y de bonanza / Que eres loba de mar y remadora, Virgen del Carmen y patrona mía, escrito está en la frente de la aurora, cuyo manto es el mar de mi bahía. Que eres mi timonel, que eres la guía / de mi oculta sirena contadora, escrito está en la frente de la proa / de mi navío al sol de mediodía. Que tú me salvarás, ¡OH marinera Virgen del Carmen!, cuando la escollera parta la frente en dos de mi navío, loba de espuma azul en los altares, con agua amarga y dulce de los mares escrito está en el fiero pecho mío…//….
La Virgen del Carmen tiene sus orígenes en los antiguos ermitaños que se establecieron en el Monte Carmelo, los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción. En las palabras de Benedicto XVI, 15, VII, 06: "El Carmelo, alto promontorio que se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea, tiene en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas. El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en la figura de Elías, surgió al Orden contemplativa de los «Carmelitas», familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicto de la Cruz (en el siglo, Edith Stein). Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios. Acogiendo plenamente la Palabra, «llegó felizmente a la santa montaña» (Oración de la colecta de la Memoria), y vive para siempre, en alma y cuerpo, con el Señor. A la Reina del Monte Carmelo deseo hoy confiar todas las comunidades de vida contemplativa esparcidas por el mundo, de manera especial las de la Orden Carmelitana, entre las que recuerdo el monasterio de Quart, no muy lejano de aquí [Valle de Aosta]. Que María ayude a cada cristiano a encontrar a Dios en el silencio de la oración.
Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.

Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.
Los Carmelitas y la devoción a la Virgen del Carmen se difunden por el mundo.

La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos se venera en el Carmelo. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se le conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.

No hay comentarios: