lunes, 21 de julio de 2008

DOÑA LOLA BARROSO.

Artículo recibido de: Bruno Juan Álvarez Abreu

San Nicolás – Los Martillos es el lugar fronterizo entre el Puerto de la Cruz y La Orotava, franqueados por los Barrancos Tafuriaste y las Carretas.
Sus vecinos lo componen dos núcleos de población diferenciados entre los martillo en la parte de La Orotava y San Nicolás en la parte del Puerto de la Cruz.
Al estar enclavada en una zona totalmente agrícola la mayoría de sus habitantes hasta hace apenas treinta años, trabajaba en este sector, siendo a partir de esa fecha con la llegada del turismo cuando se inician otros trabajos de servicios, como carpintería, albañilería, hostelería entre otros.
El nombre de San Nicolás irrumpió fuerte en el valle en los años cincuenta con el alumbramiento de la galería de agua del mismo nombre situada en el Barranco de la Carretas, en la zona conocida como la Majada. También San Nicolás a diferencia de otros Barrios cercanos de La Orotava tenía escuela para niñas, y en el Durazno para niños.
El teléfono, un artilugio muy necesario en ese tiempo se instaló en dicho barrio siendo de los primeros de la zona baja de La Orotava. Asimismo siempre ha existido venta de comestibles y bar, sirviendo de reunión de chicos y mayores, también la cartelera del cine La Vera llegaba hasta el barrio, lo cual aparte de anunciar las películas, era una novedad para los vecinos, acostumbrados a una rutina diaria de muchos trabajos. Todo esto terminó con la ampliación de la autopista , el polígono industrial, (hoy flamante comercial….), donde desaparecieron todas las casas antiguas del barrio en su mayoría de La Orotava, quedando en pies dos flamantes casonas con capillas probablemente del siglo XVII una de ella reconvertida en restaurante.
Actualmente esta zona ha tenido una expansión muy grande tanto la parte del Puerto de la Cruz, con la urbanización San Nicolás, como la zona de La Orotava con el parque Temático Pueblo Chico, y la zona industrial de San Jerónimo. Los vecinos que en su momento residieron en esa zona le rindieron un homenaje a algunas personas trabajando muchas veces en unas condiciones muy precarias, con su generosidad y en tiempos de escasez y de penuria fueron capaces de luchar por la causa gusta para que sus hijos estudiaran o aprendieran un oficio.
Estos hijos han formado una comisión para agradecer el esfuerzo de muchas madres y lo han querido plasmar en la figura del matrimonio Barroso, en especial a doña Lola Barroso por su dedicación totalmente humanitaria. ¿Por qué una mano?, podría haber sido una escultura, un busto, una loza, los vecinos pensaron que en esa mano están representadas todas las dificultades de muchas madres que tenían que tener mucha generosidad para aguantar el peso que suponía en ese tiempo una familia, normalmente con muchos hijos, falta de alimentos, enfermedades, siempre con gente mayor en sus casas dado que no existían geriátricos, y los abuelos vivían también en las casas y al vivir la mayoría en fincas, tener que cuidar también a los animales, al mismo tiempo ejercer de padres, por tener muchas a sus maridos fuera, llámese emigración, o tener trabajos muy esclavizados donde prácticamente no estaban en la casa. Los vecinos de San Nicolás han tenido la suerte de contar con un terreno en la misma entrada a la Orotava, gracias al ayuntamiento de la Villa, y a la cesión que ha hecho el Cabildo ya que es propiedad de este estamento.
Se creó una zona bonita, con plaza a la que le denominaron “Entre pueblos”, y un pequeño parque que se inauguró el día cinco de diciembre del 2004. Presidiendo todo este solar una mano agradecida, como homenaje a todas estas mujeres y en especial a esta Villera Ilustres doña Lola Barroso. A titulo anecdótico se relata que en el lugar falleció el primer agente de tráfico de Tenerife, el cariño de doña Lola Barroso fue tan licencioso como lo fue en toda su vida, colocar una Cruz en homenaje al agente y asediarla de flores en su memoria.
En las paginas del matutino El Día fechado el 28 de noviembre 2006, víspera de las festividades de San Andrés y el correr de los cacharros, mi amigo Andrés Chávez, vecino de infancia de ese lugar que pernotó doña Lola, dedica un pequeño y simpático escrito con su pluma en Superconfidencial: “Lola Barroso, una mano enorme, al lado de la autopista del norte, a la altura de San Nicolás, La Orotava, recuerda a Lola Barroso. Los poetas nunca la cantaron. Puede que en aquellos años todos los poetas estuvieran muertos. Los vecinos la recuerdan como una mujer que siempre dio a los demás todo lo que tenía. Lola ayudaba a los necesitados, inyectaba a los enfermos la penicilina que el médico recetaba, ejercía de alcaldesa pedánea de la solidaridad en un caserío que tenía ermitas con pinturas del siglo XVII, santos que te miraban fijamente y barrancos arenosos o empedrados, daba igual, en cuyos fondos los niños jugábamos al fútbol. La mano santa y blanca de Lola quedó inmortalizada, al borde de la carretera, a la entrada de lo que hoy le dicen Pueblo Chico.
El ocho de diciembre próximo, allí, en ese pueblo pequeño de réplicas y de monumentos en miniatura, los vecinos y los que tanto recibieron de Lola se quieren reunir para festejar sus recuerdos, que es una acción saludable y limpia. Mi buen amigo Máximo lleva la batuta de este nuevo homenaje, que estoy seguro caerá bien en el Valle. Yo jugaba, los veranos, con los niños de San Nicolás; con ellos bajaba a los barrancos y con ellos abríamos las puertas de las ermitas para ver la seriedad de los santos y los resplandores de luz que penetraban por los ventanillos rotos. En la cercana lejanía estaba Lola, visitando a un enfermo, curando sus heridas o rezando por él. Todas las dimensiones se alteran con el paso del tiempo. Entonces mi pequeño mundo me parecía enorme; el otro día fui a San Nicolás y a La Vizcaína y recorrí las distancias de dos zancadas; incluso llegué a La Boruga, que era donde paraba la guagua, creo que bajo la fronda de un eucalipto.
Entiendo que esos paisajes todavía provoquen nostalgias en todos los amigos de antañazo. Toqué la mano de Lola Barroso, tan grande como su amor por los demás. Y recordé a Chicho y a todos aquellos que pululaban por los alrededores. Mi primo Pedro Ascanio tiene que ver con el homenaje. Porque, a pesar de sus boutades, tiene tanto corazón como ella. Pero le gusta disimular.

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